Ladrón de sábado
Gabriel García Márquez (Colombia, 1927-
México, 2014)
Hugo, un ladrón que
sólo roba los fines de semana, entra en una casa un sábado por la noche. Ana,
la dueña, una treintañera guapa e insomne empedernida, lo
descubre in fraganti. Amenazada con la pistola, la mujer le
entrega todas las joyas y cosas de valor, y le pide que no se acerque a Pauli,
su niña de tres años. Sin embargo, la niña lo ve, y él la conquista con algunos
trucos de magia. Hugo piensa: «¿Por qué irse tan pronto, si se está tan bien
aquí?» Podría quedarse todo el fin de semana y gozar plenamente la situación,
pues el marido -lo sabe porque los ha espiado- no regresa de su viaje de
negocios hasta el domingo en la noche. El ladrón no lo piensa mucho: se pone
los pantalones del señor de la casa y le pide a Ana que cocine para él, que
saque el vino de la cava y que ponga algo de música para cenar, porque
sin música no puede vivir.
A Ana, preocupada por
Pauli, mientras prepara la cena, se le ocurre algo para sacar al tipo de su
casa. Pero no puede hacer gran cosa porque Hugo cortó los cables del teléfono,
la casa está muy alejada, es de noche y nadie va a llegar. Ana decide poner una
pastilla para dormir en la copa de Hugo. Durante la cena, el ladrón, que entre
semana es velador de un banco, descubre que Ana es la conductora de su
programa favorito de radio, el programa de música popular que oye todas las
noches, sin falta. Hugo es su gran admirador y mientras escuchan al gran Benny
cantando Cómo fue en un casete, hablan sobre música y músicos. Ana se
arrepiente de dormirlo pues Hugo se comporta tranquilamente y no tiene
intenciones de lastimarla ni violentarla, pero ya es tarde porque el somnífero
ya está en la copa y el ladrón la bebe toda muy contento. Sin embargo, ha
habido una equivocación, y quien ha tomado la copa con la pastilla es ella. Ana
se queda dormida en un dos por tres.
A la mañana siguiente
Ana despierta completamente vestida y muy bien tapada con una cobija, en su
recámara. En el jardín, Hugo y Pauli juegan, ya que han terminado de hacer el
desayuno. Ana se sorprende de lo bien que se llevan. Además, le encanta cómo
cocina ese ladrón que, a fin de cuentas, es bastante atractivo. Ana empieza a
sentir una extraña felicidad.
En esos momentos una
amiga pasa para invitarla a comer. Hugo se pone nervioso pero Ana inventa que
la niña está enferma y la despide de inmediato. Así los tres se quedan juntitos
en casa a disfrutar del domingo. Hugo repara las ventanas y el teléfono que descompuso
la noche anterior, mientras silba. Ana se entera de que él baila muy bien el danzón,
baile que a ella le encanta pero que nunca puede practicar con nadie. Él le
propone que bailen una pieza y se acoplan de tal manera que bailan hasta
ya entrada la tarde. Pauli los observa, aplaude y, finalmente se queda dormida.
Rendidos, terminan tirados en un sillón de la sala.
Para entonces ya se
les fue el santo al cielo, pues es hora de que el marido regrese. Aunque
Ana se resiste, Hugo le devuelve casi todo lo que había robado, le da algunos
consejos para que no se metan en su casa los ladrones, y se despide de las dos
mujeres con no poca tristeza. Ana lo mira alejarse. Hugo está por desaparecer y
ella lo llama a voces. Cuando regresa le dice, mirándole muy fijo a los ojos,
que el próximo fin de semana su esposo va a volver a salir de viaje. El ladrón
de sábado se va feliz, bailando por las calles del barrio, mientras anochece.
írsele el santo al cielo: olvidarse de algo;
distraerse y olvidar lo que uno tenía que hacer.
Cómo
fue
(bolero) - Canta:
Beny Moré
Cómo
fue
no sé decirte cómo fue.
No sé explicarme qué pasó
pero de ti me enamoré.
Fue una luz
que iluminó todo mi ser;
tu risa como un manantial
regó mi vida de inquietud.
Fueron tus ojos o tu boca,
fueron tus manos o tu voz,
fue a lo mejor la impaciencia
de tanto esperar tu llegada.
Más no sé,
no sé decirte cómo fue;
no sé explicarme qué pasó,
pero de ti me enamoré
no sé decirte cómo fue.
No sé explicarme qué pasó
pero de ti me enamoré.
Fue una luz
que iluminó todo mi ser;
tu risa como un manantial
regó mi vida de inquietud.
Fueron tus ojos o tu boca,
fueron tus manos o tu voz,
fue a lo mejor la impaciencia
de tanto esperar tu llegada.
Más no sé,
no sé decirte cómo fue;
no sé explicarme qué pasó,
pero de ti me enamoré
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